El magistrado Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada, condena de un modo poco convencional a un menor que grabó y fotografió a dos compañeros discapacitados con los que compartía clase en un instituto de Granada para burlarse de ellos.

Posteriormente, difundió las imágenes en un grupo de whatsapp -del que no formaban parte los perjudicados, pero sí todos los demás compañeros de la clase- tras modificarlas con comentarios y sonidos ridiculizantes con el fin de mofarse de las víctimas que eran alumnos de integración, minoría en el centro.

El propio juez informa de su resolución en el blog que escribe junto a Carlos Morán, la primera de las sentencias dictadas en lo que va de año por el magistrado.

Se da la circunstancia, según recoge la sentencia, de que la dirección del instituto en el que sucedieron los hechos ya había apercibido al acusado para que dejase de molestar a los compañeros con discapacidad. Se ve que no hizo caso y lo que podía haber quedado en una broma de mal gusto, acabó en un delito.

La sentencia precisa que el menor cometió un delito contra la integridad moral, que consiste en someter a otra persona a un trato degradante para humillarla.

Esta condena tan poco convencional de la que hablamos consiste en que el menor tendrá que estar en un aula en el que el resto de los alumnos son de educación especial. Y ese es el fin de la condena, que el joven sienta empatía respecto de sus compañeros, de modo que no vuelvan a repetirse estos hechos. Lo que se pretende es atajar la situación de bullying, particularmente en este caso y habida cuenta del uso de redes sociales, lo podemos denominar cyberbullying.

Al aceptar el menor la condena, no fue necesario celebrar la vista oral del juicio. Tras escuchar los cargos que la Fiscalía de Menores de Granada tenía contra él, reconoció que todo era cierto y aceptó la condena consistente en 75 horas de prestación en beneficio de la comunidad con el siguiente contenido: deberá ir a aprender y a ayudar en una clase de educación especial, un aula en el que todos los alumnos padecen algún tipo de discapacidad.

Además, la resolución judicial ordena al chico que redacte un trabajo de no menos de treinta folios en el que tendrá que relatar las enseñanzas que extraiga de su ‘inmersión’ en la diversidad.

Ahora el diferente va a ser él. Tendrá que estar en un aula en el que el resto de los alumnos son de educación especial. Esa es la llamativa condena que ha impuesto el magistrado Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada, a un chaval que grabó a dos compañeros discapacitados con los que compartía clase en un instituto de la provincia para burlarse de ellos. En este sentido, distribuyó las imágenes en un grupo de wasap -del que no formaban parte los perjudicados- tras ‘tunearlas’ con comentarios o sonidos pretendidamente graciosos.

La víctimas eran alumnos de integración, es decir, que eran minoría en el centro. Y ese es precisamente el espíritu de la sentencia: que el acusado sienta lo que es formar parte de una minoría. Ahora le toca al procesado ponerse en la piel de las personas que son distintas.

La idea es que la experiencia le sirva de vacuna para no mofarse de los que no son como él. La verdad es que el estudiante en cuestión aceptó el castigo sin plantear batalla, lo cual supone un buen punto de partida para su rehabilitación”.

 

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